Hoy en día, muchas personas padecen ataques de pánico, también conocidos como ataques de ansiedad. Un ataque de pánico es una experiencia muy intensa en la que sin razón aparente se comienza a sentir miedo, angustia y sensaciones físicas como taquicardia, sudoración, adormecimiento de manos y piernas, dificultad para respirar, etc. En muchos casos quien lo padece no sabe lo que está ocurriendo y esto genera más miedo e incertidumbre.

 

Siguiendo el DSM-IV (1995), los criterios diagnósticos para el ataque de pánico son, que una persona presente una aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, acompañada de cuatro -o más- de los siguientes síntomas, los cuales se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos:

 

– palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca

 

– sudoración

 

– temblores o sacudidas

 

– sensación de ahogo o falta de aliento

 

– sensación de atragantarse

 

– opresión o malestar torácico

 

– náuseas o molestias abdominales

 

– inestabilidad, mareo o desmayo

 

– desrealización -sensación de irrealidad- o despersonalización -estar separado de uno mismo-

 

– miedo a perder el control o volverse loco

 

– miedo a morir

 

– parestesias -sensación de entumecimiento u hormigueo-

 

– escalofríos o sofocaciones

 

Cuando nuestro cerebro percibe un peligro, automáticamente dispara una respuesta de alarma conocida como de “huida o lucha”. Es decir, lo que hace es preparar al organismo para huir de la amenaza o si ésto no es posible, para pelear y salvar la vida.

 

En algunas personas esta alarma se activa sin ninguna razón aparente. Cuando esto sucede, se da lo que se conoce como un ataque de pánico.

 

A continuación se muestra, paso a paso, el desenvolvimiento de un ataque de pánico:

 

1. Algo detona el sistema de alarma en el cerebro. Puede ser un factor externo o interno. Generalmente, la persona no es consciente de este detonador, y no se percata de todo lo que está sucediendo en el organismo, sino, hasta el punto Nº 3.

 

2. Al detonarse el sistema de alarma, comienzan a darse los cambios físicos en el cuerpo, preparándose para “huir o pelear”. Estos cambios son: el aumento de adrenalina, aumento en la frecuencia cardiaca, aumento de la temperatura corporal, la sangre se va a los músculos de brazos y piernas lo que puede causar una sensación de hormigueo, etc. Se reitera que, hasta este punto, todo está sucediendo de manera automática.

 

3. En este punto es donde se percibe por primera vez algo raro en el organismo. Hay registro de que el corazón late más rápido, sudoración, nerviosismo, etc., y, a su vez, estas sensaciones hacen que el individuo ponga toda su atención a lo que le está pasando y lo que está sintiendo. Es decir, se centra en el miedo y en las sensaciones del cuerpo.

 

4. Al percibir todo esto, comienza a interpretarlo. El problema es que lo interpreta con pensamientos catastróficos como “me está dando un infarto”, “me voy a morir”, “me voy a desmayar”, “nadie me va a ayudar”, “este es el fin”, etc… Al tener este tipo de pensamientos, es prácticamente inevitable que se dé el paso Nº 5.

 

5. Pánico: aquí la persona pierde el control de sí misma, de las decisiones y de su accionar. Este pánico se convierte entonces en un nuevo detonador, por lo que aumentan las palpitaciones, la sudoración, el hormigueo, probablemente aparecen, incluso, otras sensaciones físicas como mareos o debilidad en las piernas. El individuo se percata de ello y confirma sus pensamientos catastróficos, lo que produce que aumente el pánico y así, sucesivamente, hasta convertirse en un círculo vicioso donde el mismo miedo es el que genera más miedo.

 

Finalmente, quiero destacar que las personas no mueren a causa de un ataque de pánico, por el contrario, la aceleración del sistema cardiovascular demuestra su correcto funcionamiento.