Lo reveló una investigación de la UNL que abarcó 500 estudiantes de secundaria, de los cuales ninguno tiene una dieta saludable. Malos hábitos alimentarios y escasa actividad física aumentan los factores de riesgo. El consumo de gaseosas, en la mira.

 

Gaseosas en Exceso, poca actividad física y una dieta inadecuada explican que el 21 % de los adolescentes tenga sobrepeso. Así lo confirmó una investigación de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) que analizó cerca de 500 estudiantes secundarios, de los cuales ninguno lleva una dieta saludable, el 13,8 % presenta sobrepeso y el 7,4 % obesidad. Además, el 84 % de las mujeres realiza poca actividad, mientras que entre los varones la cifra es del 62 %. “La alimentación inadecuada y el altísimo porcentaje de sedentarismo son factores predisponentes que, a largo plazo, traen mayores riesgos cardiovasculares”, advirtió María del Carmen Contini, codirectora de la investigación y docente de la Facultad de Bioquímica de la UNL.

 

El objetivo de la investigación fue conocer cómo la alimentación puede prevenir o favorecer la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares. Las encuestas evidenciaron patrones típicos de dietas modernas americanas: cantidades importantes de alimentos ricos en azúcar, grasas, sodio y colesterol (como carnes rojas, cereales y panificados), comidas rápidas, snacks, bebidas azucaradas y golosinas. Los productos ricos en sodio más consumidos fueron panificados, quesos grasos y mayonesa. “Los jóvenes presentan una gran ingesta de gaseosas y jugos saborizados, mucha comida chatarra y lo que se vende en los kioscos”, detalló Contini.

 

A través de las gaseosas y jugos saborizados, los adolescentes ingieren -en promedio- un kilo de azúcar semanal, cantidad que cubre los requerimientos calóricos de dos días. “Al encontrar sobrepeso y obesidad hay que buscar por el lado de las bebidas porque, si bien la alimentación de los adolescentes no es de buena calidad, no ingieren mucha comida, pero sí beben muchas bebidas con endulzantes calóricos. A través de lo que beben, incorporan prácticamente la mitad de la energía total recomendada”, señaló Florencia Cuneo, al frente de la investigación y docente de la UNL.

 

Cambios profundos

 

Ninguno de los chicos analizados estaría dentro de los parámetros de alimentación saludable, según las guías alimentarias argentinas. “Es preocupante que el 0 %, es decir ninguno, tenga una dieta saludable”, reflexionó Contini.

 

Nueve de diez estudiantes requiere cambios profundos en su dieta para volverla saludable y protectora del sistema cardiovascular; el 10 % restante necesitaría cambios menos exigentes.

 

¿Qué implicarían estos cambios? “No hay que generalizar las recomendaciones porque hay que analizar cada caso en particular”, aclaró Contini. de todas formas, precisó algunas pautas saludables, como aumentar la ingesta de frutas, verduras y de hierro, reducir el consumo de sal, tomar más agua en lugar de gaseosas, hacer por lo menos 30 minutos de actividad física diaria y hacerse un control médico una vez al año.

 

El estudio permitió realizar mediciones antropométricas, de presión arterial y análisis bioquímicos para establecer los estados nutricionales y los factores de riesgo cardiovascular. Pese a los malos hábitos de los adolescentes, el riesgo cardiovascular se corresponde con los parámetros nacionales e internacionales para esta población: 17 % de las mujeres y 3 % de los varones tienen aumentado el riesgo cardíaco (medido a través de la circunferencia de cintura) y el 9 % presenta hipertensión. “A pesar de que es una población en riesgo por la alimentación inadecuada, los análisis todavía no muestran signos evidentes de alteraciones. Habría que estudiarlos cuando sean más adultos”, concluyó Contini.

 

Consultado sobre el sobrepeso en adolescentes, Nicolás Baraldi, secretario del Colegio de Nutricionistas, señaló: “Los países desarrollados vienen padeciendo este problema desde hace tiempo, por lo que en su caso ya tienen adultos con sobrepeso. Ahora lo estamos padeciendo nosotros, con los jóvenes”.

 

Según el especialista, el ritmo de vida actual influye -negativamente- en los hábitos alimentarios: “Las madres pasan todo el día en el trabajo y no disponen de tiempo para cocinar, entonces los chicos se alimentan de lo que tienen a mano: algo que compran en el kiosco y comidas rápidas. A esto se suma la poca actividad física que desarrollan porque pasan mucho tiempo con la computadora y la playstation. Sedentarismo y una mala dieta son las principales causas de sobrepeso en chicos y adolescentes. En estos casos, la responsabilidad es de los padres”.

 

La obesidad es una enfermedad en ascenso, al punto que la Organización Mundial de la Salud la declaró “la epidemia del siglo XXI”. En este marco, Baraldi aseguró que por los malos hábitos “se realizan diagnósticos precoces de diabetes tipo 2 y de hipertensión en chicos”.