Ubicada en San Jorge, cumple seis décadas y lo celebra con un encuentro nacional. Fabrica 400 mil unidades diarias, que se destinan en un 70 % al entretenimiento y en un 30 % a la industria.

 

Lecheritas, japonesas, grandes, chiquitas, oscuras o transparentes, las bolitas y bolones fascinaron a generaciones de niños y aún siguen vigentes a pesar de la TV, la «play» y todos los atractivos que la mercadotecnia y la era digital le imponen al mundo infantil. ¿Quién no se maravilló observando a contraluz una bolita tratando de dilucidar cómo hicieron para meterle esas rayitas de colores adentro? ¿Cuántos recordarán sus rodillas sucias de tierra tratando de hacer «opi» sin «manete»?

 

Los niños aún siguen jugando a las bolitas en los recreos, en alguna plaza, en los barrios, con el mismo ímpetu y destreza de antaño. Desde hace años las nuevas versiones de vidrio o acero perfeccionaron a aquellas que se fabricaban con arcilla, cemento, yeso, mármol, porcelana, hueso y hasta madera, pero no cambiaron la raíz del juego que desde el antiguo Egipto formó parte del esquema lúdico de los niños del planeta.

 

Pero… ¿De dónde salen las bolitas?. Quizás la respuesta no sea tan sencilla para quienes aún no visitaron en San Jorge el establecimiento Tinka, la primera fábrica de bolitas del país, que en su momento ostentó el privilegio de ser la única en Sudamérica. Allí, aunque también se utilizan con fines industriales y decorativos, se fabrican unas 400 mil bolitas diarias destinadas principalmente a los inquietos bolsillos de los pequeños de una vasta parte del planeta.

 

Todo comenzó a principios de 1953 cuando Víctor Hugo Chiarlo y Domingo Vrech, empleados de la cristalería Saica de San Jorge, se lanzaron a la aventura de iniciar su propio emprendimiento. Con la experiencia ganada en la elaboración y manejo del cristal montaron la fábrica de bolitas de vidrio con magro respaldo económico pero con la ilusión de lograr la independencia laboral.

 

Los primeros pasos. La primera máquina, de fabricación artesanal, fue montada gracias al financiamiento que lograron a través de un gerente de la legendaria firma Manavella, ubicada en Entre Ríos y Córdoba en Rosario y única fabricante de bolitas de mármol en Sudamérica. El hombre les pidió muestras de las bolitas y si lo convencían les daría el dinero para emplazar la planta y comprar materia prima, a cambio de la producción de seis meses. La operación resultó altamente exitosa para ambas partes y durante un año y medio continuaron enviando bolitas exclusivamente a la casa rosarina. El primer envío partió de San Jorge el 15 de octubre de 1953.

 

Cuanto terminó la obligación con su primer comprador comenzaron a buscar nuevos clientes y de ese modo se fueron extendiendo a todas las provincias. En 1956 Vrech se retiró de la sociedad e ingresó Ricardo Reinero. En 1960 se sumó Angel Chiarlo, hermano menor de Víctor. En 1993 falleció Ricardo e ingresó en su lugar su hijo Juan. Dos años después la empresa adquirió una máquina taiwanesa que permitió aumentar la producción. Luego compraron otra para fabricar bolones y ahora evalúan ampliar la fábrica.

 

Vaivenes. Durante muchos años la empresa sufrió el vapuleo de la economía argentina y el irreparable efecto de la liberación de las fronteras para juguetes importados. «Era imposible competir y en la época de paridad cambiaria tuvimos períodos en los que no hubo venta y la fábrica debió parar», contó a este diario Adrián Ñañez, sucesor de Víctor Chiarlo y encargado de la administración, quien ahora se mostró contento con las nuevas políticas de protección industrial. «No es que los importadores tengan prohibido ingresar bolitas al país. Las traen, pero no en la escala en que lo hacían antes. Hay un equilibrio que permite trabajar», enfatizó.

 

Actualmente dos viajantes y uno de los sucesores de la empresa se ocupan de las ventas. Nueve trabajadores se encargan del funcionamiento del horno, la administración del vidrio y los minerales, la clasificación, el control de calidad y el envasado de bolitas y bolones. También colaboran familiares en el sector de administración y para la guiada de los niños y contingentes que visitan las instalaciones.

 

Para Ñañez, «hay una conjunción de factores que marcaron un repunte en la demanda por parte de los niños», en clara contradicción con el memorable cuento de Alejandro Dolina «La decadencia de la bolita». «La identidad de los fabricantes de bolitas es un enigma. Nunca hubo marcas, ni envases ni publicidad. Algo muy raro debe haber en todo esto», declamó Dolina. Pero ese concepto también cayó en saco roto porque los que fabrican dan la cara. Incluso colaboran con la provisión de bolitas en los certámenes anuales, que se organizan una vez en cada provincia, de la Asociación para Campeonatos de Bolitas Argentinos (Acba) y con todos los proyectos que pugnan por volver a interesar a los niños en los juegos tradicionales.

 

Para los docentes o papás que estén interesados, la fábrica está en Lisandro de la Torre 2152 de San Jorge y su teléfono es (03406) 442168. La página de internet es www.bolitastinka.com.ar y el correo info@bolitastinka.com.ar.