Todos somos inmigrantes, algunos intrépidos surcaron los mares, otros remolcados por realidades adversas.

 

Y el SEÑOR dijo a Abrahán deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre y vete a la tierra que YO te indicaré.

 

Y así pasó el tiempo, tan real hoy como ayer y las fronteras, la avaricia y el poder se encargaron de hacer carne en nosotros.

 

Inmigrantes que enriquecen a una tierra, que tamizan costumbres, sabores y sueños.

 

Pero, desde siempre las huellas del que sufre no perdura, son miles atrapados en el Mediterráneo, países empobrecidos  por las guerras, sometidos cuyas voces silenciamos entre todos.

 

No aprendimos nada, no salimos mejores de ésta pandemia que paralizó el mundo, no supimos aprovechar ese parate que limpió las aguas y la tierra sacando del confinamiento a millones de animales.

 

Triste realidad que nos iguala a tantos que buscaron nuevos horizontes, que nos precedieron, que salieron con lo puesto a la tierra prometida, a la América señora de sus sueños, que no pudieron volver a sus raíces, que se encontraron con lugares inhóspitos, peligros y barbarie..

 

Somos caminantes, peregrinos, transgresores, incompletos, confusos quizás y buscamos afuera lo que está en nuestro corazón, no entendemos que dar es aligerar el equipaje y buceándonos caminar hacia nuestro destino

                                                                                                            Nené Páramo, septiembre 2021.-